La sensibilidad artística

Al querer repensar la educación musical, uno de los puntos a tratar es el tipo de músicos que queremos formar. Ante la cuestión de cuáles son las virtudes de un buen artista, una de las primeras respuestas que me viene a la mente es la sensibilidad. Pero, ¿qué es la sensibilidad?

Podría definirse como la susceptibilidad a las sensaciones, la apreciación de las sutilezas de los sentidos y de las construcciones que nos llegan a través de ellos. Esta es una cualidad indispensable en los artistas y en cualquier persona creativa. La sensibilidad nos permite formar intuiciones, caminos personales de ideas nacientes, que son la fuente de la creatividad. El amor o el disfrute por esa sensibilidad propia es la curiosidad.

Probablemente todas las personas nacemos con capacidades sensibles distintas, tanto en tipología como en potencial. Y esas sensibilidades se trabajan, elaboran y expanden gracias a la experiencia, configurando nuestra personalidad particular.

Lo que es seguro es que esas sensibilidades pueden cerrarse, entumecerse y endurecerse. Es bien sabido que todos los niños son curiosos por naturaleza, pero no muchos mantienen esa sensibilidad cuando llega la vida adulta. Es cierto que a partir de cierta edad nuestro cerebro pierde plasticidad, pero eso no es todo -nuestro cerebro puede ser menos elástico para cambiar su manera de funcionar, pero ese funcionamiento puede ser aún extremadamente creativo-, ya que la pérdida progresiva de muchas de nuestras sensibilidades está fuertemente condicionada por nuestro entorno: al igual que necesitan trabajo y elaboración para expandirse, con la ausencia del hábito de su uso, estas se van perdiendo. En ocasiones esto ocurre porque no se dan las circunstancias para que esas sensibilidades se practiquen -sea por no tener acceso a los medios necesarios o por simple desinterés de aquellos que deberían facilitar dichas circunstancias-, pero con frecuencia se debe a cuestiones más sociales: esa sensibilidad curiosa “no es importante”, puede llegar a ser una “distracción” o incluso un “obstáculo” para conseguir ciertos objetivos; estas imposiciones, además, no tienen por qué venir indicadas explícitamente por una figura de autoridad -padres, tutores o profesores-, sino que pueden captarse implícitamente por el entorno social de cada uno.

La sensibilidad artística -divisible en sensibilidades más concretas como la musical- es una extensión de esa sensibilidad primaria, de esa curiosidad infantil pura, donde entran en juego, además de la sensualidad directa de los sentidos, la apreciación de objetos más complejos.

¿Cómo se puede desarrollar esta sensibilidad en nuestro alumnado? ¿Cómo podemos evitar que pierdan esa curiosidad infantil? ¿Tiene el fomento de las sensibilidades artísticas y musicales algún peligro potencial en la formación de los alumnos?

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